Mientras que el título del artículo de hoy quizás nos recuerde la popular canción de Guns N’ Roses en los años 80 (Sweet Child O’ Mine), este artículo no tiene nada que ver con una relación novio-novia. Se trata de una relación padre-hijos. Si usted tiene niños, por favor siga leyendo este artículo. Si no, pero lo está pensando, por favor léalo. Si usted no tiene ni desea tener hijos, por favor léalo para que pueda entender a aquellos que los tienen. Y, por favor, si tuvo hijos, pero ya no están entre nosotros, este artículo tiene mucho que cubrir y estamos agradecidos por usted y por el tiempo que dedica a leer esto.
Ayer, durante los servicios de adoración, nuestro hijo, Jonathan, dirigió los himnos. El es valiente (recuerdo cuando me tocaba dirigir canciones en la capilla de MSOP, y siempre he dicho que prefiero predicar toda la semana que liderar canciones – no tengo tono, nivel, o ninguna de esas cualidades musicales). Pero, a Jonathan le encanta dirigir himnos. Uno de los himnos que él planeó dirigir ayer era «Cordero de Dios» pero, como nos enseñaron, un director de himnos debe también necesita saber cómo administrar el tiempo durante los servicios, y él no dirigió esa canción. En el servicio vespertino, nuestro otro director de himnos, Elio, sin saber de esto, dirigió esa hermosa canción.
La versión en inglés, originalmente escrita por Twila Paris, difiere un poco a la versión traducida al español que solemos cantar, y en la primera estrofa dice:
Tu único hijo sin pecado que ocultar,
pero Tú lo has enviado desde Tu lado
Para caminar sobre esta tierra culpable,
y convertirse en el cordero de Dios.[1]
La última noche ha sido la noche más aterradora de mi vida. Mientras íbamos de vuelta a casa, después de un largo día, Jonathan no se sentía bien. Ha estado lidiando con muchos problemas con sus alergias y asma desde que volvimos a Panamá, y durante los últimos días ha estado tomando algunos medicamentos basados en lo que el médico le recetó. En un momento, comenzó a gritar que no podía respirar, y golpeó muy duro la ventana con la mano en señal de su desesperación y agonía. Tratamos de calmarlo y seguir recordándole que pensará en las bendiciones de Dios y que orará. Oramos mucho. Fuimos al hospital, y después de unas horas (y una factura cara) estaba estable y listo para volver a casa. Él ha estado descansando y nosotros todavía requerimos de buscar algunos otros médicos para tratarlo y ayudarle a recuperarse completamente, pero agradecidos a nuestro Padre celestial que él todavía está con nosotros.
Sabemos que Jesús es el mejor médico, y que Dios está en control. Oramos y confiamos en Él. Somos conscientes de que esta vida es como una neblina que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece (Santiago 4:14). Nuestro problema es que, como seres humanos, no estábamos (y aún no lo estamos) dispuestos a apartarnos de él. Todavía es muy joven (16), todavía tiene muchas cosas que experimentar, aprender, practicar, vivir. Queremos verlo terminar sus estudios, encontrar a una bella dama cristiana, casarse, ser padre, viajar, trabajar, servir a Dios cada vez más, y seguir creciendo.
Los niños deben enterrar a sus padres, no al revés. La experiencia de anoche me hizo pensar y recordar a buenos hermanos y amigos que han pasado por esa experiencia. Son un gran ejemplo para todos nosotros, su convicción y dedicación para servir a Dios en la mejor de sus habilidades, incluso cuando una parte de sus corazones se ha ido, es valiosa de una gran admiración. La palabra de Dios dice “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran” (Romanos 12:15). Puedo entenderlos y cómo se sienten cuando recuerdan a ese niño de ellos que no pueden besar, abrazar, o simplemente decir “buenos días” o “buenas noches” todos los días.
También pensé en aquellos que sus hijos están en la línea del deber, sin saber si alguna vez volverán a casa. Estos niños de ellos están haciendo un trabajo muy sacrificial, ya sea como soldados, policías, bomberos, etc.
Durante ese tiempo en el hospital, recordé a Abraham y cuando Dios le dijo, “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré” (Génesis 22:2). El inspirado Moisés, después de esa línea escribió: “Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo” (Génesis 22:3). No hay tal cosa escrita entre esas líneas como “¿por qué Dios? ¿por qué me pides que haga esto? ¿por qué elegiste a mi hijo para este sacrificio? ¿Dios, qué te pasa, él es mi único hijo? Abraham hizo lo que Dios le dijo que hiciera porque él sabía quién es Dios, y se sometido a él y le obedeció.
Solemos decir que el tiempo vuela, pero, en el hospital, el tiempo va despacio, muy despacio. Los minutos se convierten en horas cuando usted está esperando para que un doctor aparezca. Usted sigue preguntando a la enfermera y al personal administrativo ¿qué pasa con el médico? ¿por qué tarda tanto en venir a ver a mi hijo? ¿Qué les pasa, la vida de mi hijo es importante? De alguna manera, perdemos la perspectiva, y olvidamos que estamos en un hospital, en urgencias, y que no somos los únicos que buscamos maneras de mejorar el estado de salud de nuestros seres queridos. Una vez más, así es como los seres humanos pensamos y actuamos. Los Cristianos son seres humanos también, y, aunque sabemos que todo está en las manos de Dios, sufrimos al ver a nuestro ser querido sufriendo también. Queremos respuestas, pero los doctores están tomando mucho tiempo viendo a otros pacientes, esa desesperación y otros pensamientos vienen a nuestras mentes.
Durante ese largo tiempo de espera (que fueron sólo un par de horas), no pensé sólo en Abraham, sino en Dios, y cómo el apóstol Juan escribió perfectamente,
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”
Juan 3:16.
La primera estrofa de «Cordero de Dios» estaba sonando en mi mente varias veces. Cómo Dios envió a su Hijo unigénito como un cordero para ser sacrificado por cada uno de nosotros. Su Hijo unigénito, él que “es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Recuerdo haberle dicho a Jonathan, en la cama del hospital, “eres lo mejor que Dios me ha regalado, sé fuerte”. Empezó a llorar, y mientras escribo esto, comencé a llorar también. No lloré cuando se lo dije, pero mi corazón se derritió. Deseé, por un momento, ser el que estaba en esa cama y no él. Cuán egoísta fui, no estar dispuesto a dejarlo ir, pero hoy, estoy agradecido que Dios decidiera que no era tiempo de que él se fuera, y que yo pueda disfrutar de su compañía por el tiempo que Dios nos permita estar juntos, para seguir andando por el camino angosto que se establece delante de nosotros, no sólo como padre e hijo, sino como hermanos en Cristo.
Con el fin de concluir, como he dicho en las primeras líneas de este artículo, si usted ha sido bendecido en tener hijos, y están vivos, disfrute de ellos y pase no sólo algún tiempo, sino tiempo de buena calidad con ellos, abrácelos y dígales lo mucho que los ama, hágales saber que son importantes. Dios hizo eso con Jesús, y lo hace eso con nosotros,
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”
1 Juan 3:1-3.
Si sus hijos ya no están caminando entre nosotros, de gracias a Dios por haber tenido la oportunidad de amarlos y cuidarlos mientras vivieron.
Ahora bien, puede ser que usted no está considerando ser padre o madre, pero usted conoce gente que lo hace. Después de todo, usted no estaría aquí sin sus padres, y lo más importante, no estaría aquí sin nuestro Padre celestial. ¿Ha sido uno de sus hijos fieles? Oró y espero que lo haga, y si no ha empezado aún a serlo, por favor busqué por Él, lea Su voluntad (que es la Biblia), estudie y viva según Su palabra, agradézcale y agrádele, y sea Su hijo, hoy, mañana podría ser demasiado tarde. Él quiere que usted vuelva a la familia.
¡Dios le bendiga ricamente!
Referencias
[1] Twila Paris, «Lamb Of God» (Cordero de Dios), 1985, Praise for the Lord, p. 950.