Por Wayne Jackson, traducido con permiso por Marlon Retana.
El artículo original, en inglés, se encuentra en este enlace.
La iglesia en Corinto estaba afligida por muchas dolencias espirituales. Una de estas se discute en 1 Corintios 5. Consideremos este caso.
Un Problema Serio (1-5)
Además de la división que plagaba a la iglesia en Corinto, un cáncer moral estaba devorando sus órganos vitales. Había un “zumbido” que agitaba a la congregación porque un hermano estaba viviendo en fornicación con la esposa de su padre (su madrastra). La conducta fue tan escandalosa que en algunos aspectos eclipsó incluso el libertinaje de los gentiles. Quizás lo más impactante fue el hecho de que la iglesia no estaba profundamente entristecida por esta sórdida situación; por lo contrario, estaban “envanecidos” (ver 4:18). El mismo tipo de orgullo que alimentaba su división estaba en la raíz de su inmoralidad. El ofensor ya debería haber sido tratado por medio de una acción correctiva, pero no se hizo así (v. 2).
Pablo afirma así su autoridad apostólica. Aunque él no estaba allí para orquestar la corrección, tenía suficiente información para “juzgar” (dictar un juicio sobre) el asunto. ¡El hermano era culpable! Este es un claro ejemplo que ilustra que no todo “juzgar” está mal (ver Juan 7:24). Algunas veces es comandado. Por lo tanto, por la autoridad de Cristo (ver Mateo 18:20) la iglesia debía reunirse y de manera formal remediar este problema. El liderazgo de Pablo en la implementación del procedimiento fue consistente con el poder de Cristo; no fue por su iniciativa independiente.
El «ofensor» (nada se dice de la mujer; presumiblemente ella no era cristiana) debía ser “entregado a Satanás para destrucción de la carne”. ¿Qué quiere decir esta frase?
- No es la pena capital para los herejes de la iglesia, como fue practicado por el catolicismo histórico y el protestantismo primitivo.
- No es la muerte física, como alegan muchos comentaristas.
- Se ideó para “salvar” el espíritu de esa persona (v. 5b).
- El procedimiento fue el equivalente a “quitar al perverso” y retirar la comunión del individuo (vv. 9, 11, 13; ver 2 Tesalonicenses 3:6).
- El objetivo final era que el fornicador pudiera “destruir” su perverso impulso “carnal” y recuperar una vida de pureza. Véase también 1 Timoteo 1:20.
La Iglesia Debe Actuar (6-8)
La iglesia debe desistir de su “glorificación” (ver “envanecidos”, v. 2) y tomarse en serio la moralidad. ¿No se dieron cuenta de que toda la congregación podía infectarse, así como la levadura impregna la masa? Así como la pascua del Antiguo Testamento requería la purga de toda levadura, Cristo es nuestra pascua, y en nuestras vidas debemos deshacernos de la malicia y la perversidad, y buscar los panes sin levadura (hablando en sentido figurado) de sinceridad y verdad.
Principios de Funcionamiento (9-13)
En una epístola anterior (no preservada), Pablo había advertido a los santos de Corinto que no se juntaran “con los fornicarios”. Él no quiso incluir a los fornicarios paganos. Los cristianos no pueden evitar todas las asociaciones con el mundo. Si bien no debemos tener comunión con las prácticas pecaminosas del mundo (Efesios 5:11; 1 Pedro 4:4), no debemos aislarnos como ermitaños, por ejemplo, en vida monástica. En cambio, nuestra “luz” y “sal” debe permitirse el influir en los demás (Mateo 5:13-16).
El asunto es diferente con los miembros de iglesia renegados. Después de la acción disciplinaria formal, el cristiano fiel no debe estar en compañía de “hermanos” que son: fornicarios (los que tienen relaciones sexuales ilícitas), los avaros (obsesionados con el materialismo, ya sea para obtener o retener), los idólatras (los que colocan “cosas” o “personas” por encima de Dios), maldicientes (abusadores verbales), borrachos (quienes se embriagan, en cualquier grado) y ladrones (aquellos que toman de otros por la fuerza o presión excesiva). Estas son acciones específicas dignas de una “cirugía” radical (vv. 9-11). Si bien no tenemos licencia para disciplinar al mundo (Dios se encargará de eso), los cristianos sí tienen la responsabilidad moral de controlar la escandalosa pecaminosidad en la iglesia (vv. 12-13a). Los perversos impenitentes deben ser expulsados de la comunión de la iglesia (v. 13b).
La Disciplina Funcionó (2 Corintios 2:5-11)
En su segunda carta a la iglesia en Corinto (escrita quizás unos ocho meses después de la primera), Pablo parece discutir el caso disciplinario abordado en 1 Corintios 5 (ver 2 Corintios 2:5-11). Sus comentarios revelan que la mayor parte de la iglesia había cedido a su instrucción anterior, y el hermano fornicario había sido expulsado. Además, la suspensión había sido efectiva en que el hermano en cuestión había abandonado su actividad pecaminosa. Aquí está la declaración de Pablo (v. 6), parafraseada por el destacado erudito James Macknight. “Y viendo que él [el hermano fornicario] ahora está arrepentido, le basta a tal persona, tanto en grado como en continuidad, esta reprensión hecha por la mayor parte” (énfasis añadido, Epístolas apostólicas, Gospel Advocate, 1954, 216).
De esto aprendemos lo siguiente:
- Se infligió el castigo o reprensión de la suspensión de comunión.
- Mientras que algunos (una minoría) se negaron a honrar tal castigo, la mayoría lo hizo.
- Después de un aislamiento enérgico y sostenido del ofensor, suficiente para producir un resultado convincente, el apóstol insta a los santos de Corinto a “perdonar” y “consolar” al hermano arrepentido, para que la tristeza por su pecado no lo “consuma”, e impida su continua fidelidad.
Conclusión
De este episodio aprendemos esta verdad. La rebelión sostenida y obstinada generalmente no se puede curar rápidamente. En una acción disciplinaria, la iglesia debe ser “dura” y dejar que el ofensor sienta la totalidad de las consecuencias de su pecado. Cuando se hace evidente que el ofensor realmente ha cambiado, en contraste con un rápido “lo siento” que aún no ha dado frutos (Mateo 3:7; ver Jonás 3:10), él o ella deben ser abrazados calurosamente. y alentados en la fidelidad.