Por Wayne Jackson, traducido con permiso por Marlon Retana.
El artículo original, en inglés, se encuentra en este enlace.
¿Sobrevive la personalidad individual a la muerte del cuerpo? ¿Reconoceremos amigos y seres queridos más allá de esta vida presente?
La pregunta es más que un interés emocional pasajero. Implica la esencia misma del espíritu humano. La evidencia bíblica apoya firmemente la posición de la identidad personal después de la muerte.
Contrario a las teorías equivocadas de los materialistas filosóficos y religiosos (es decir, aquellos que creen que el hombre es totalmente mortal), el ser humano es más que un simple cuerpo. Hay un elemento de la humanidad creado a imagen de Dios (Génesis 1:26). Y, sin embargo, claramente, Dios no es un ser físico (Juan 4:24; Lucas 24:39; Mateo 16:17).
La lógica exige, por tanto, que hay algo dentro del hombre que trasciende la carne.
Daniel declaró una vez que su espíritu estaba afligido en medio de su cuerpo (Daniel 7:15). El dolor es una emoción mental, no carnal. Pablo afirmó que el espíritu de un hombre dentro de él posee conocimiento (1 Corintios 2:11). Sin duda, hay una entidad consciente dentro del hombre conocida como el espíritu (cf. Juan 13:21; Lucas 1:47; 1 Corintios 16:18; Efesios 3:16; etc.).
He aquí un punto muy importante. No hay absolutamente ninguna evidencia de que el espíritu de un ser humano sea alterado por la muerte. Cuando morimos, nuestro espíritu simplemente pasa de un modo de existencia a otro.
Sin embargo, ese espíritu es tan consciente y capaz de reconocer como antes de la transición. En todo caso, la conciencia del espíritu después de la muerte será aumentada debido a su liberación de las limitaciones de la carne. Ciertamente no hay nada en la Biblia que sugiera que las criaturas racionales de Dios serían incapaces de reconocerse unos a otros después de la desaparición del cuerpo. La evidencia es todo lo contrario.
La pregunta más apropiada es: “¿Hay reconocimiento en el cielo?” Por favor considere la evidencia.
Evidencia Afirmativa para El Reconocimiento Personal después de la Muerte
Reflexione sobre varias líneas de evidencia de ambos Testamentos con respecto a esta importante pregunta.
Abraham Fue Unido a Su Pueblo
Sobre el padre de la nación hebrea, Moisés escribió: “Y exhaló el espíritu, y murió Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue unido a su pueblo” (Génesis 25:8).
Esto no puede referirse al entierro del cuerpo del patriarca, porque fue sepultado cerca de Mamre en Canaán. Sin embargo, sus antepasados habían sido sepultados a cientos de millas de distancia en tierras lejanas.
Las expresiones “fue unido a su pueblo”, “vendrás a tus padres” (Génesis 15:15), y “fue reunida a sus padres” (Jueces 2:10), se distinguen constantemente de ser sepultados. Denota la reunión con sus seres queridos fieles en el Seol, el estado de los espíritus difuntos (Keil y Delitzsch I.263).
El Luto de Jacob por José
Cuando Jacob fue engañado por sus hijos a creer que su amado José había sido devorado por bestias salvajes, se lamentó: “Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol” (Génesis 37:35).
Ciertamente él no estaba anticipando unirse a José en alguna tumba común, porque José no tenía tumba (desde el punto de vista del afligido Jacob). Él esperaba reunirse con su hijo en el Seol, por lo tanto, el reconocimiento está implícito.
Del mismo modo, siglos después, cuando David perdió a su hijo infante, gritó: “¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí” (2 Samuel 12:23). R. Payne Smith comenta: “las palabras indican una creencia en la existencia continua del niño, e incluso que David lo reconocerá en el mundo futuro” (Smith 4.290).
Parábola del Rey de Babilonia por Isaías
El profeta Isaías dio una parábola concerniente al rey de Babilonia. El gobernante es representado como quien desciende al Seol, donde es recibido con gran afán por antiguos asociados de la tierra de la siguiente manera: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones” (Isaías 14:12).
“Este pasaje demuestra el hecho del estado consciente de las almas de los muertos en el Hades, su poder para intercambiar pensamientos y su vívido recuerdo de sus circunstancias pasadas” (Vine 55).
Profecía de la Reunión Celestial por Jesús
Al profetizar la respuesta de los Gentiles al evangelio, Jesús declaró: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos” (Mateo 8:11).
Aquí hay una pregunta intrigante. ¿Los destinatarios de esta gran promesa se darán cuenta de su cumplimiento? En otras palabras, ¿tendrán realmente una asociación con esos patriarcas en el cielo? ¿Y reconocerán a aquellos merecedores del Antiguo Testamento como Abraham, Isaac y Jacob?
¡Ciertamente! Porque una promesa que es incapaz de ser reconocida como tal no es ninguna promesa en absoluto. Si reconoceremos a Abraham, Isaac y Jacob, ¿no es inevitable que esos venerables hombres (abuelo, padre e hijo) también se reconozcan unos a otros? La pregunta apenas requiere una respuesta.
La Transfiguración
Hay una forma de argumento, utilizado frecuentemente en el Nuevo Testamento, conocido como razonamiento a fortiori. Este sugiere que cuando hay dos proposiciones similares que deben probarse, una más difícil que la otra, si la más difícil se demuestra primero, la más fácil se asume como establecida.
Por ejemplo, si Dios cuida de las aves (criaturas menores), seguramente cuidará de su pueblo (el mayor; cf. Mateo 6:26). Si nuestro Padre ya ha dado a su Hijo, ¿no nos proveerá de otros dones también (Romanos 8:32)?
Con este principio en mente, recordemos la escena de la transfiguración (Mateo 17:1ss). Jesús tomó a Pedro, Jacobo, y Juan, y con ellos ascendió a un monte alto, donde fue transfigurado (cambiado de forma) delante de ellos. En relación con este glorioso acontecimiento, aparecieron Moisés y Elías, quienes hablaron con el Señor.
A pesar de que estos santos del Antiguo Testamento habían estado muertos durante siglos, los apóstoles los reconocieron claramente, porque Pedro propuso la construcción de tres tabernáculos: uno para Cristo, uno para Moisés y otro para Elías (Mateo 17:4).
Este es mi punto. Si este contexto enseña que aquellos a quienes no hemos conocido personalmente en la tierra pueden ser reconocidos después de la muerte, entonces seguramente debe implicar que aquellos a quienes hemos conocido en el tiempo nos serán familiares en el estado futuro.
La Gran Escena del Juicio
En Mateo 25:31ss, Cristo habló del gran día del juicio. Describe una conversación que podría ocurrir en ese momento. A los justos les dice:
Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.
Esos discípulos son luego mostrados como reflexionando acerca de su estancia terrenal, pero no pueden recordar haber ministrado personalmente al Salvador. Entonces les informa que, al cuidar de sus hermanos, le estaban sirviendo a Él.
Una minuciosa consideración de la ilustración del Señor implica claramente que después de la muerte hay memoria tanto de los acontecimientos terrenales como de las personas (cf. 2 Corintios 5:10).
El Mayordomo Injusto
En una de sus famosas parábolas, Jesús habló de cierto “mayordomo injusto” que fue despedido de su posición. En previsión de su desempleo pendiente, el mayordomo redujo las deudas de ciertos hombres que debían a su Señor. A pesar de que la ética empresarial de este siervo era reprensible, el amo del hombre reconoció cierta astucia en su acción, ya que había utilizado sus recursos actuales para prepararse para el futuro.
La aplicación que Cristo hace del asunto es la siguiente: “Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas” (Lucas 16:9).
El principio que se está enseñando es este: use sus medios financieros para hacer el bien ahora [es decir, trabajar para salvar almas], de modo que cuando [su dinero] falte [por causa de su muerte, o del fin de los tiempos] ellos [sus conversos] le den la bienvenida en el lugar eterno. Esto indica, sin duda, el reconocimiento futuro de los asociados actuales. Como ha señalado un erudito:
Es bueno marcar la pista que tenemos aquí de que nos encontraremos y conoceremos en el cielo a los amigos que hemos conocido en la tierra. Si aquellos de quienes nos hemos beneficiado en la tierra nos encuentran y acogen en el cielo, seguramente también los amados amigos y parientes harán lo mismo (How in loco).
El Hombre Rico y Lázaro
En la narración acerca del hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19-31), se enfatiza una verdad muy importante. La muerte no abolirá los recuerdos de la tierra.
Primero, el rico vio y reconoció a Lázaro (Lucas 16:23). ¡Hay reconocimiento personal después de la muerte!
Segundo, fue desafiado a recordar su propio pasado.
Finalmente, recordó a sus hermanos no preparados que están en la tierra.
- C. Foster ha observado:
‘Acuérdate’ indica la supervivencia de la personalidad, ya que requiere la retención de la memoria. Si no pudiéramos acordarnos o reconocernos, ya no habría personalidad. El cielo y el infierno ya no tendrían significado (Foster 959).
Nuestra Esperanza, Nuestro Gozo, Nuestra Corona
Las Escrituras afirman con confianza que uno de los grandes gozos del cielo será ver los frutos de nuestras labores terrenales en el Señor, es decir, estar con aquellos a quienes hemos llevado a Cristo.
Por ejemplo, reflexione sobre la exclamación de Pablo a los hermanos en Tesalónica. “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo” (1 Tesalonicenses 2:19-20).
Sin duda hay un reconocimiento futuro aquí. James McKnight comentó:
“La manera en que el apóstol habla de los Tesalonicenses en este pasaje, muestra que esperaba reconocer a sus conversos en el día del juicio. Si es así, podemos esperar reconocer nuestras relaciones y amigos entonces” (McKnight 408).
El Caso de Onésimo
Onésimo era un esclavo que había huido de su amo, Filemón, que vivía en Colosas. El fugitivo encontró su camino a Roma donde entró en contacto con Pablo. El apóstol lo llevó al Señor y ahora lo envió de vuelta a su amo, llevando con él la epístola llamada “Filemón”.
Pablo elogia al maestro y al siervo, pero busca persuadir a Filemón para que reciba a Onésimo como un “hermano en el Señor”. El apóstol plantea la posibilidad de que la “providencia” estuviera involucrada en esta situación. “Tal vez” este esclavo había “sido separado” (la voz pasiva es significativa) de su amo temporalmente para que pudiera recibirle “para siempre” (Filemón 15).
Esta declaración implica claramente el reconocimiento y la asociación futuros. ¡Es una afirmación emocionante! Lightfoot lo describió como un “intercambio eterno de amistad” (Lightfoot 340).
Objeciones Consideradas
Algunos, sin embargo, consideran que hay objeciones a la posibilidad de reconocimiento después de la muerte. Consideraremos algunos de estos.
No Hay Carne ni Sangre en el Cielo
De vez en cuando se sugiere que nos reconocemos unos a otros sólo sobre la base de rasgos físicos, y dado que no seremos carne y sangre en el estado futuro (1 Corintios 15:50), no podría haber reconocimiento futuro.
Este argumento es erróneo en varios detalles. En primer lugar, contradice muchos otros pasajes, como los presentados anteriormente.
En segundo lugar, sugeriría que ni siquiera podríamos reconocer a Dios en el futuro, ya que Él es espíritu (Juan 4:24), y no físico (Lucas 24:39), una conclusión difícilmente garantizada.
Tercero, no es cierto que sólo reconocemos a los demás debido a los rasgos físicos. Un ser querido puede sufrir una tragedia horrible y tener sus rasgos físicos completamente reconstruidos por medio de cirugía plástica. Él o ella puede parecer totalmente diferente, ¡sin embargo, no tenemos dificultad para reconocer a la persona!
No Hay Amigos en el Cielo
Se argumenta que el salmista preguntó: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti [Dios]?” (Salmo 73:25), sugiriendo así que ningún otro de sus conocidos estaba allí.
Esa es una objeción lamentablemente débil. La siguiente cláusula afirma: “Y fuera de ti nada deseo en la tierra.”
El escritor está declarando su dependencia total de Jehová; no está discutiendo el reconocimiento.
¿Cómo Puedo Ser Feliz en el Cielo, si mis Seres Queridos No Están Presentes?
La preocupación más común con respecto al reconocimiento después de la muerte es esta. Si uno es capaz de reconocer personalmente a sus seres queridos en el cielo, ¿no será también consciente de aquellos que no estarán allí? ¿Cómo se puede ser verdaderamente feliz en tales circunstancias?
Puede que no seamos capaces de entender todo sobre este asunto desde un punto de vista emocional. Sin embargo, podemos demostrar lógicamente que el problema se resolverá.
Seguramente nadie se atrevería a argumentar que el afecto de nuestras relaciones terrenales puede incluso comenzar a rivalizar con el amor benevolente de nuestro Creador por la humanidad. ¿Necesitamos que nos recuerden Romanos 5:7-8? Nuestro amor palidece en contraste con el afecto divino.
Sin embargo, sin duda, ¡Dios es feliz! Pablo habla acerca del Dios “feliz” (1 Timoteo 1:11; 6:15).
Si el Señor puede ser feliz así, aun sabiendo de los muchos que están eternamente perdidos, podemos estar seguros de que nuestros dolores de corazón serán totalmente remediados. Dios limpiará toda lágrima (ver Apocalipsis 7:17; 21:4).
Además, nadie estará en el infierno que no merezca estar allí. Cuando hayamos pasado de esta vida tendremos una visión mucho más nítida del pecado y de la horrible naturaleza de rebelarnos contra Dios. Aquellos de nuestros seres queridos que se encuentran perdidos no nos aparecerán en la misma luz comprensiva que los vimos a través de las limitaciones del examen carnal.
Sí, podemos tener la confianza perfecta de que habrá muchas reuniones alegres después de haber pasado por el oscuro valle de la muerte. ¡Sea entonces que prosigamos hacia la meta en anticipación de las glorias que finalmente serán reveladas!
Obras Citadas
Foster, R. C. Studies in the Life of Christ. Cincinnati, OH: Standard, 1972.
How, Walsham. Commentary on the New Testament. New York, NY: E. & J.H. Young & Co, 1881.
Keil, C. F. y F. Delitzsch. Commentary on the Pentateuch. Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1980.
Lightfoot, J. B. The Epistles of Paul to the Colossians and to Philemon. London, England: MacMillan, 1892.
McKnight, James. Apostolical Epistles. Nashville, TN: Gospel Advocate, 1954.
Smith, R. Payne. Pulpit Commentary. Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1962.
Vine, W. E. Isaiah – Prophecies, Promises, Warnings. Grand Rapids, MI: Zondervan, 1971.