Quizás el pasaje bíblico que viene a nuestras mentes tras leer el título de este artículo sea 1 Corintios 10:23-24,
“Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. Ninguno busque su propio bien, sino el del otro”.
Estudiemos brevemente sobre el mismo. La palabra “lícito” aparece dos veces, y es la misma palabra en el griego. Simplemente quiere decir que “es permitido, es posible, está bien”. En simples palabras, el apóstol Pablo dice a los cristianos en Corinto que todo les es posible. ¿Incluye esto que les es posible pecar? Bueno, todos pecamos, pero ciertamente no nos conviene ni edifica (ver Romanos 3:23). En el contexto de este pasaje (versículos 25 al 33), el apóstol nos hace saber, a manera de ejemplo y explicación, que no hay nada malo en comer carnes, sin embargo, si quien la ofrece afirma que ha sido sacrificada a ídolos, no es prudente por parte de los cristianos el comerla, ya que afecta toda buena influencia que este pueda ejercer sobre el incrédulo, ya que estaría participando de su idolatría y falsa enseñanza. En lugar de buscar complacerse a sí mismo, un cristiano fiel renunciará a cualquiera de sus derechos y privilegios si al participar en ellos obstaculiza el bienestar espiritual de otro. Recordemos, precisamente como el apóstol, que todo lo que hacemos, incluso comer o beber, es y debe ser para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31).
La palabra griega traducida como “conviene” en este pasaje conlleva la idea de ayuda, de apoyo, de trabajo en equipo. De hecho, simplemente significa “soportar juntos”. Somos capaces de hacer todas las cosas, pero, si no son cosas que sirvan para ayudarnos, apoyarnos, soportarnos unos a otros, entonces son cosas que no debemos hacer. No solo esto, sino que lo que hacemos también debe “edificar”, es decir, promover el crecimiento. ¿Esa cosa que deseo hacer es para mi satisfacción propia y egoísta, o para ayudar en el bienestar y crecimiento espiritual de los demás?
El apóstol Pablo trata muchas cosas que los cristianos en Corinto se permitían hacer, pero que no eran acorde con la voluntad de Dios. De hecho, tras preguntarles “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?” procede a listar varios pecados que todo cristiano debe evitar (1 Corintios 6:9-10). Ciertamente tenemos la posibilidad (física y mental) de llevarlos a cabo, y de hecho el escritor inspirado afirma que muchos hemos participado de ellos en el pasado, pero una vez siendo lavados, es decir bautizados para el perdón de nuestros pecados (Hechos 2:38; 22:16), comprendemos que, para nuestro bien espiritual, no debemos volver a esos caminos.
La palabra “prudente” en nuestro hermoso idioma español significa “Que tiene prudencia y actúa con moderación y cautela”[i]. Al ver la definición de prudencia vemos que conlleva la idea de “sensatez, buen juicio”. Algunas cosas pueden parecernos convenientes, sin embargo, no son sensatas. Y cuando se trata de acciones de índole religiosa, debemos recordar cual es el principio de la sabiduría, y este es “el temor de Jehová” (Proverbios 1:7). El mismo Pablo a Timoteo escribió que Dios a los cristianos ha dado un espíritu “de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). El dominio propio involucra un llamado al buen juicio y a la moderación. El apóstol Pedro afirmó,
“Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén”
1 Pedro 4:11.
En asuntos de la fe debemos actuar, ante todas las demás cosas, basándonos en si es autorizado o no por Dios, y para ello es que recurrimos a Su palabra. El primer llamado de atención que hace el apóstol Pablo a los cristianos en Corinto es sobre la división que se estaba dando entre estos. Algunos decían ser de Pablo, otros de Apolos, otros de Cefas (que es Pedro), y algunos decían ser de Cristo. Ante esta situación, Pablo lanza una pregunta contundente, “¿Acaso está dividido Cristo?” (1 Corintios 1:10-13). La respuesta es simple, No.
En nuestra actualidad, algunas congregaciones de la iglesia del Señor participan de una división, que, para ellos parece conveniente, pero no es prudente. Esta división se da durante los servicios de adoración. Al momento de iniciar la adoración, cada primer día de la semana como nos es requerido, proceden a separar a algunos hermanos o hermanas para que se lleven a los niños, y así estos no sean de distracción durante el servicio, o toman a hermanos recién convertidos para darles una clase sobre como ser cristianos, o, si hay una actividad tras el servicio de adoración, algunas hermanas, en lugar de adorar, se van al área de la cocina para terminar de preparar los alimentos para que estén listos al iniciar la actividad. Amados hermanos, ¿podemos ver el grave error en esto? Estos hermanos y hermanas se están perdiendo de la oportunidad de adorar en espíritu y en verdad como Dios espera de nosotros (Juan 4:23-24). Ciertamente están sirviendo a Dios, y a Su iglesia, pero no están adorando cuando ese es el motivo de nuestra reunión ese día. La iglesia, al momento de adorar a Dios, debe estar unida, y esto involucra a los niños. Para algunos puede parecer molesto un bebé que llora, o un niño que hace un berrinche, o no se queda quieto durante la adoración, pero es responsabilidad de sus padres enseñarles sobre la importancia de la adoración, y darles el ejemplo y la enseñanza de como comportarse, pero no el enviarlos con alguien más para que no les distraiga durante el sermón. ¿Qué enseñanza damos a los nuevos conversos cuando los separamos del resto del grupo en el momento en que deberían estar adorando? ¿Qué alimento espiritual pueden adquirir las hermanas que se fueron a la cocina para ocuparse en otras cosas? Ante estas situaciones debemos recordar las palabras de nuestro Señor como “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4) o “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (Lucas 10.41-42). Al momento de adorar, debemos estar reunidos juntos (1 Corintios 11: 17, 18, 20; 14:4, 12, 23, 26, 28, 34), comprendiendo que es el momento en que nos exhortamos y estimulamos al amor y buenas obras unos a otros, juntos (Hebreos 10:24-25).
Cabe destacar que por servicio de adoración me refiero al momento en que participamos de los actos de adoración establecidos en las Escrituras (orar, cantar alabanzas, dar, participar de la cena del Señor, y la proclamación de la Palabra de Dios). Sé que son muchas las congregaciones que han designado un tiempo aparte cada domingo para clases tanto para adultos, jóvenes, niños, etc. y tales clases son necesarias, pero el servicio de adoración no debe contemplar tal división. Pareciera algo conveniente, pero sin duda, no es prudente, y tampoco encontramos autorización bíblica para tal división en nuestra adoración a Dios. Puede que, en nuestros corazones, nos parezca lícito, pero realmente no conviene, ni edifica, ni tiene autorización bíblica.
Démosle a Dios lo que Él merece de nosotros, una adoración verdadera, juntos, tal como Él espera de nosotros y nos lo ha revelado por medio de Su poderosa palabra. ¡Busquemos siempre el bien de los demás y hagamos todo para la gloria de Dios!
Referencias
[i] https://dle.rae.es/prudente
Gracias hermano, voy a comunicar esto a la congregación
Gracias, hermana por tomarse el tiempo de leer este artículo. A Dios sea toda gloria.