Hay varios pasajes en la Biblia que muchos conocen, incluso sin haber abierto una en su vida. Uno de ellos es Proverbios 22:6,
“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (RVR1960).
A simple vista (y lectura), es un pasaje que pareciera muy simple de comprender, sin embargo, algunos se hacen preguntas sobre el mismo, y de hecho, un hermano me escribió solicitando que el mismo fuera explicado. Este estudio tratará sobre esa solicitud.
Los hijos, sin duda alguna, son la “posesión” más preciosa que un hombre y una mujer pueden tener. Digo posesión entre comillas, porque recuerdo las palabras de uno de mis mentores con respecto al nacimiento de su primer hijo, “Padre, así como me has dado a este niño, puro e inocente, ayúdame a devolvértelo de la misma manera.” El mismo escritor de Proverbios también escribió, “y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:7). Lo dicho por ese mentor va conectado al pasaje citado, él sabe muy bien que todo ser humano tiene alma, y esa alma fue dada por Dios, y debe volver a Él, y por lo tanto, reconoce la gran responsabilidad que le ha sido dada por Dios en guiar a esa criaturita y criarla “en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4).
Mientras mi hijo aún era pequeño, mi esposa le llevó al parque a jugar, y una dama que se dedicaba a la educación y estimulación temprana le dijo acerca de cómo se tiene “control” sobre los niños hasta los siete años. A lo que esa dama se refería era en relación con que, según estudiosos en la rama de la pedagogía, es en esta etapa de la vida cuando se gesta la personalidad. Según la pedagogía Waldorf (les dejo de tarea investigar más sobre ella), a los siete años inicia la “primera pubertad”, una etapa en la que empieza la búsqueda de su propia identidad.
¿Acaso estoy sugiriendo que solamente tenemos hasta los siete años para “programar” a nuestros hijos a hacer de acuerdo con lo que consideramos “correcto”? No, absolutamente no. No son máquinas, son seres vivos, humanos, creados a imagen y semejanza de Dios como lo somos nosotros. Son seres pensantes, que crecen y se desarrollan así como sus padres ya lo han hecho. No son animales salvajes que actúan por instinto, sino que son mentes deseosas de adquirir conocimiento, entonces, ¿cómo podemos analizar Proverbios 22:6 y lo que debemos o no hacer con nuestros hijos?
En primer lugar analicemos la palabra “instruye” [“enseña”, LBLA]. La palabra hebrea chânak conlleva la idea de entrenar, adiestrar, instruir, y dedicar o estrenar. De hecho, la última idea es la usada en los pasajes de Deuteronomio 20:5; 1 Reyes 8:63, 2 Crónicas 7:5. “¿Quién ha edificado casa nueva, y no la ha estrenado?” Al “estrenar” el templo, Salomón lo “dedica” a Dios. Siendo así, que hermoso pensamiento es el de instruir a nuestros niños en las enseñanzas de Dios desde su nacimiento. No necesitamos hacer una ceremonia de dedicación como algunas denominaciones hacen, pero sí que es hermoso el tener en nuestras mentes que, desde el momento en que nuestros hijos se “estrenan” en este mundo, debemos prepararlos para vivir una vida acorde con Dios y Sus mandamientos. En Génesis 14:14 leemos una forma del término hebreo chânak y que en la RVR1960 es traducido como “criados”, mas en LBLA es “adiestrados”. Abram, al ir a rescatar a Lot, llevo a 318 hombres a los que había entrenado, adiestrado, instruido. Esta instrucción no era algo que aprendieron de la noche a la mañana en preparación para esa misión a la que irían, sino que conllevaba años de preparación, un entrenamiento intensivo, como quien se prepara para una carrera en la medicina o similar. Es esa dedicación y esfuerzo el que se espera de padres temerosos de Dios para con sus hijos en prepararlos para servir al Señor.
La siguiente palabra para analizar es “niño”. Ciertamente no es una palabra compleja de definir o comprender, pero exploremos un poco al respecto. En muchos países, la mayoría de edad ha sido establecida a los 18 años. A esta edad somos considerados “adultos”. Muchos, como el caso de este escritor, anhelaba por cumplir esa edad e “independizarme”. No estaba consciente (o no quería serlo) de las responsabilidades y compromisos que ser adulto conlleva. Solamente pensaba en que, “ya soy un adulto, ya mis padres no gobiernan sobre mí.” ¿Acaso soy el único que ha pensado así? Era totalmente ignorante de Efesios 6:2-3. Honrar a nuestros padres no es cosa solo de niños. Es algo que hacemos toda nuestra vida. Vivimos en constante aprendizaje, e incluso, algunos ya adultos, aun aprendemos de las enseñanzas e instrucciones de nuestros padres. Quizás hayamos dejado de ser niños, pero seguimos siendo hijos.
Como ha sido discutido en otras ocasiones, los niños son como “esponjas”. Todo lo desean saber, aprender, conocer, e incluso degustar. Ellos están dispuestos a absorber cuanto conocimiento y experiencia este disponible. Y esto puede ser peligroso dependiendo de donde aprenden y que cosas aprenden en ese lugar, ciertamente no dejarías a tu hijo solo en una habitación con una víbora, o a tu hija tomar de la botella de pesticida. Es el mismo peligro que corremos al dejar que las ideas de este mundo se metan en sus cabecitas. De allí que debemos esforzarnos en enseñarles desde temprano todo lo que es bueno. Bob Winton, en su comentario sobre el pasaje en estudio escribe[1],
Las mentes jóvenes están abiertas y receptivas, sedientas de información y conocimiento. Si omitimos las instrucciones adecuadas, sus mentes se llenarán de información incorrecta. Hay muchas fuentes de formación incorrecta: televisión, películas, revistas y libros, y amigos. Si descuidamos sembrar la semilla del reino de Dios en sus mentes, podemos estar seguros de que el enemigo sembrará allí su cizaña (ver Mateo 23:24ss). Si descuidamos enseñarles sobre el Salvador cuando son jóvenes, es posible que más adelante se muestren indiferentes o rebeldes a esa enseñanza.
Lo escrito por Salomón, el texto en estudio, no es una regla absoluta, lo que involucra que puede haber excepciones ante lo escrito. El mismo Salomón, siendo hijo del rey David, habiendo obtenido sabiduría por parte de Dios, alguna vez se apartó, y luego regresó. Esto nos hace recordar al Hijo Pródigo (ver Lucas 15:11-24). El propósito del libro de Proverbios es dado en el inicio del mismo (ver Proverbios 1:2-6). Este tiene aplicaciones prácticas para vivir acorde con Dios en toda relación de vida mencionada, y entre estas relaciones encontramos la de los padres con sus hijos y viceversa. Recordemos un texto importante por parte del profeta Ezequiel,
“El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él”
Ezequiel 18:20.
Amado lector, instruir al niño “en su camino”, o como mejor es traducido en LBLA, en “el camino que debe andar”, es responsabilidad de todo padre de familia Cristiano que desea que su descendencia no se pierda en este mundo de tentación, error, y pecado, sin embargo, cada persona debe tomar la decisión de si sigue a Dios o no. Uno no es Cristiano por nacer en un hogar Cristiano. Uno se hace Cristiano al momento de tomar la decisión de obedecer el evangelio y seguir a Cristo. Nuestros padres pueden amarnos mucho, instruirnos en todo lo que respecta a la verdad y la piedad, pero ellos no pueden poner siquiera un cabello de nuestras cabezas en el Cielo, solamente cada uno de nosotros puede tener esa oportunidad al obedecer la voluntad de Dios y vivir fielmente hasta la muerte o el día en que nuestro Señor venga por nosotros.
Padres de familia temerosos a Dios crían e instruyen a Sus hijos a amar a Dios y vivir de acuerdo con Sus mandamientos porque saben que hay una hermosa recompensa para sus hijos, el aprender que cuando crezcan, andando en el buen camino, sin apartarse del mismo, estarán preparados para cuando el gran día llegue. Enseñemos a nuestros hijos, desde pequeños, a amar la Palabra de Dios, la iglesia de Cristo (no como un nombre, sino como la hermosa iglesia que pertenece a nuestro Señor habiéndola comprado con su propia sangre, Hechos 20:28), la vida piadosa, y que, al crecer y tener una edad de madurez, tomen la decisión de ser fieles siervos de Dios por el resto de sus vidas. Es allí donde radica la hermosa verdad escrita por Salomón al hacernos saber que “… y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.”
Ante la pregunta, “¿Podrá equivocarse alguna vez un hijo debidamente instruido/enseñado?”, deseo compartir un fragmento de la respuesta por parte de Wayne Jackson[2],
¿Significa esto que un buen joven nunca puede equivocarse? No es así. A cada persona se le ha otorgado el poder individual de elección. Él toma sus propias decisiones, y algunas veces son malas, a pesar de lo que le han enseñado y de lo que sabe que es correcto. Dios dijo una vez con respecto a Israel, a quien consideraba sus “hijos”: “Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí” (Isaías 1:2). Seguramente nadie se atrevería a sugerir que el Señor fue negligente en su responsabilidad de “paternidad”. Los Proverbios están diseñados para establecer verdades generales, no reglas férreas que no tienen excepciones.
¿Hay posibilidad de que nuestros hijos se aparten del camino? Sí, la hay. Pero no por ello debemos ser negligentes y dejar de instruirles y enseñarles el camino desde pequeños. Ellos crecerán y tomarán sus propias decisiones, sabiendo lo bueno, lo malo, y lo feo de esta vida, y si han aprendido bien (no solo por enseñanza sino también por ejemplo) seguirán el camino correcto y no se apartarán de él. Espero este breve estudio haya sido de ayuda en tu comprensión de tan hermoso e importante pasaje.
¡Dios te bendiga ricamente hoy y siempre! ¡A Él sea siempre la gloria!
Referencias
[1] Bob Winton, “Outlined Commentary on Proverbs”, 2015, p. 188
[2] Wayne Jackson, “Will a Properly Trained Child Never Go Wrong?”, https://www.christiancourier.com/articles/289-will-a-properly-trained-child-never-go-wrong