Saltar al contenido
Portada » Blog » Predicador, No Menosprecies A Tus Hermanos

Predicador, No Menosprecies A Tus Hermanos

Samuel Langhorne Clemens, mejor conocido como Mark Twain, es considerado el padre de la literatura estadounidense, y se le atribuye la siguiente cita,

“Mantente alejado de las personas que intenten menospreciar tus ambiciones. La gente pequeña siempre hace eso, pero los realmente grandes te hacen sentir que tú también puedes llegar a ser grande”[1].

Uno de los momentos más tristes en la corta vida como evangelista de este escritor sucedió hace unos meses, cuando un compañero de trabajo me dijo “las cosas no funcionan aquí en la forma en que usted está tratando, usted es muy nuevo en este trabajo, créame, no funciona de esa manera, se cansará muy pronto”. Hace varios años, un exgerente dijo a este escritor, después de haber aplicado a un mejor puesto, “usted está aplicando demasiado alto, no lo conseguirá”. Unos días más tarde, conseguí el puesto y un año después fui ascendido a un puesto mejor.

Siguiendo con el pensamiento del Sr. Twain, hay algunas personas que en lugar de asesorar y aconsejar lo que realmente hacen es desalentar y menospreciar.

Recuerdo mi primer día en Memphis School of Preaching, honestamente, creo que todo exalumno de esa Escuela recuerda ese día. Al final del día, la última clase era “La Vida de Cristo” con el hermano Garland Elkins como instructor. El plan de estudios fue dado al iniciar la clase, y el trabajo de memoria para ese día era Mateo 1:18-25. Muchos de nosotros podríamos haber pensado, “bueno, es el primer día, no vamos a hacer el trabajo de memoria”. Ese fue un pensamiento equivocado. Después del receso, el hermano Elkins nos pidió que nos pusiéramos en fila y empezáramos a citar los versículos. Yo estaba tan nervioso y estresado que no fui capaz de decir los pasajes. Los leía una y otra vez pero no pude memorizarlos durante esa larga hora. Cuando sonó la campana, me acerqué al hermano Elkins, le pedí disculpas, y le prometí que yo no iba a renunciar, que iba a ser capaz de citar los versículos de la siguiente clase. Desde entonces, en cada clase que teníamos con él, yo era el primero en mi fila. ¿Por qué hice eso? Yo estaba comprometido no sólo con el hermano Elkins, o todos los demás instructores, sino también con nuestro Señor. Fui bendecido con una gran oportunidad de dedicar dos años (tres años incluyendo el año en Misiones) de mi vida para estudiar la palabra de Dios a los pies de tan grandes y humildes hermanos, y yo no iba a renunciar. Dios me bendijo de tantas maneras que no podía fallarle en ese momento, y, ciertamente, no procuraré fallarle ahora. El hermano Elkins no era parte de la “gente pequeña”, él era uno de los grandes. Siempre estaré agradecido por todo lo que aprendí de él, no sólo en clase o en sus escritos, sino de su vida de servicio a nuestro Señor.

Es por eso que las palabras dichas hace unos meses por ese hermano hirieron a este escritor. Este hermano ha estado sirviendo a nuestro Señor por más de 20 años, instruye hombres para ser predicadores, incluso instruye a los jóvenes a estar preparados para servir a nuestro Señor en el futuro, e, ¿intentó desanimarme? Espero y oro que esa no fuera su intención. Sé que soy nuevo en el ministerio y hay mucho que aprender. Recuerdo las palabras del hermano Keith Mosher, “Si creen ustedes que el estudio ha terminado porque son graduados, se equivocan, este diploma es sólo un trozo de papel, sus estudios no terminan aquí”. Hay mucho trabajo que hacer y estoy más que feliz y agradecido por esta bendición y oportunidad. Las palabras del apóstol Pablo vienen a mi mente después de lo que fue dicho,

“Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza”

1 Timoteo 4:12-13.

El hermano Robert R. Taylor, Jr. escribió sobre el término “juventud” en este pasaje,

La palabra juventud aquí no debe incitarnos a pensar en Timoteo como un niño o adolescente. En el momento en que Pablo escribió esta epístola Timoteo había sido su ayudante y colaborador durante al menos doce a quince años. Si tenemos razón al sugerir que Timoteo nació alrededor del año 25 o 30 d.C. y 30 d.C. es tal vez una fecha más cercana, entonces Timoteo habría tenido al menos 35 años cuando se escribió este mensaje. Según los Romanos y los Griegos, la juventud se extendía hasta que se estaba cerca de 40 a 44 años. Es muy poco probable que Timoteo fuese así de viejo. Sus treinta y cinco años serían más probablemente la edad aproximada en este momento del fervoroso evangelista.[2]

Queridos hermanos, tristemente, ese es un error muy común realizado por muchos miembros de la iglesia del Señor, especialmente con algunos de los que tienen un papel de liderazgo en la congregación. El apóstol Pablo, sólo unas cuantas líneas antes de las citadas, dijo a Timoteo, “Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido. Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad” (1 Timoteo 4:6-7). La palabra traducida como ministro literalmente significa siervo, y lo que Timoteo necesita enseñar a los hermanos es que toda la creación de Dios es buena y debe ser tomada con gratitud, santificada por la palabra de Dios y por oraciones (1 Timoteo 4:4-5). El mismo apóstol también escribió: “Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal” (1 Tesalonicenses 5:21-22). Debemos aborrecer lo malo y seguir lo bueno (Romanos 12:9). Si un hermano o hermana trae una idea o sugerencia a la congregación, ésta necesita ser examinada, probada, y después de eso dar una razón de la aprobación o negación, no basada en la opinión del hombre, sino en la sana doctrina bíblica. No debemos ser sabios en nuestras propias opiniones (Romanos 12:16). Cristo, por medio de Su autoridad, nos dio varios roles para cumplir un objetivo maravilloso,

“a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”

Efesios 4:12-13.

Tenemos el trabajo más importante en este mundo, y este autor no se refiere únicamente a los predicadores o evangelistas, sino a todos los Cristianos. Como Timoteo, debemos dar el ejemplo. Debemos salir y predicar sobre Cristo a todo el mundo (Mateo 28:19-20, Marcos 16:15-16), ya que se nos recuerda que el poder para salvación está en el Evangelio, no en nosotros (Romanos 1:16). Dios no se complace en las divisiones, pero sí en la unidad (1 Corintios 1:10, Efesios 4:3-7). Se nos comanda ser todos de un mismo sentir, un mismo pensar (1 Pedro 3:8-9). Debemos seguir la verdad en amor y crecer en Cristo en todo (Efesios 4:15). Él es nuestro gran maestro.

Las cartas que Pablo escribió a Timoteo tienen muchos propósitos, pero, probablemente, uno de los más importantes es el aliento que da a su hijo en la fe para seguir haciendo la obra del Señor tal como la estaba llevando a cabo en Éfeso (1 Timoteo 1:1-3). ¡No te desanimes, sigue adelante, Timoteo! ¡No te desanimes, sigue adelante [Ponga su nombre aquí]!

Para un Cristiano servir a Dios no es solo una simple ambición, sino un deber, y no sólo un deber, sino un deber con agradecimiento (Colosenses 3:17). Todo lo que hacemos debe ser con el único objetivo de complacer, honrar, y glorificar a Dios (Colosenses 3:23). Menospreciar a un hermano o hermana en Cristo no nos ayuda a hacer ninguna de esas tres acciones.

Amado amigo predicador, la próxima vez que queramos darle un consejo a un hermano o hermana, pensemos dos veces antes de decirlo (Santiago 1:19). Lo mismo se aplica a cada miembro del cuerpo del Señor. Aún mejor, arrodillémonos (si podemos hacerlo), meditemos y oremos antes de hacerlo. Seamos todos conocidos como Bernabé, siendo exhortadores en lugar de despreciadores. Estamos aquí para edificar, no para destruir. Un hermano o hermana débil podría dejar la fe y preferir la vida lejos de Dios debido a “consejos” como el que se mencionó anteriormente.

Todo Cristiano fiel debe ser un ejemplo, no solo para sus hermanos, sino para toda la humanidad. Ellos nos están observando. Ellos no piensan dos veces para señalar un error que podríamos cometer. No dudarán en decir: “Oh, y eso que él dice que es un Cristiano”, “¿Es eso lo que aprenden en esa ‘iglesia’?” ¡Eso es exactamente lo que Satanás está buscando (2 Corintios 2:11)! Las palabras escritas por el mismo apóstol a Tito nos ayudan en lo que estamos discutiendo ahora,

“Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros [énfasis añadido, MR]”

Tito 2:6-8.

Trabajemos hasta que Jesús venga, siendo sus siervos fieles, buscando no sólo la corona de vida que Él prometió sino por la oportunidad de pasar la eternidad en el cielo, con Él. Alentemos a nuestros hermanos a continuar las buenas obras, a buscar el mismo objetivo que tenemos, a dar el ejemplo correcto a este mundo para que ellos puedan reconocer y hacer lo que Dios manda, ¡y juntos nos reuniremos en casa!

¡Que Dios te bendiga ricamente hoy y siempre!

Referencias

[1] Daniel Morales Olea, «Mark Twain: consejos para la vida», Cultura Colectiva, https://culturacolectiva.com/letras/mark-twain-consejos-para-la-vida

[2] Robert R. Taylor, Jr., “Studies in First and Second Timothy, Titus, and Philemon”, 1995, p.57.

Este artículo ha sido visto | This article has been viewed:

89 vistas
Etiquetas:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *