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¿Un comilón y bebedor o un sabio amigable?

Muchas veces, las personas tratan de encontrar problemas donde no los hay. Cuando se trata de las Escrituras, algunos siempre han sido así, son así y, lamentablemente, seguirán siéndolo. No buscan la verdad, sino encontrar discrepancias en ella. Es bueno “escudriñar las Escrituras” como hicieron los de Berea (Hechos 17:11), pero debe hacerse con el propósito de hallar la verdad y no de tergiversarla.

El pasaje que estudiaremos es Mateo 11:16-19, donde Jesús dice:

“Mas ¿a qué compararé esta generación? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros, diciendo: ‘Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis’. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Demonio tiene’. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: ‘He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores’. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos”.

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre la necesidad de madurez espiritual, que implica ser receptivos a la verdad divina sin importar cómo se presente, ya sea a través de la austeridad, como en el caso de Juan, o de la gracia, como en el caso de nuestro Señor.

Jesús compara a la generación de su época con niños que juegan en las plazas. Esta metáfora critica la inmadurez y la falta de seriedad de las personas que no respondían adecuadamente ni a Juan el Bautista ni a Jesús. Estos niños estaban insatisfechos y no reaccionaban ni ante la música festiva ni ante los lamentos. Los judíos de entonces no estaban contentos ni con el mensaje severo y riguroso de Juan, a quien acusaron de tener un demonio, ni con el mensaje de esperanza y gozo de Jesús, a quien acusaron de ser comilón, bebedor y amigo de pecadores.

Críticas a Jesús

Es importante señalar que Jesús no se describía a sí mismo como un comilón y bebedor, sino que estaba exponiendo las críticas injustas que la gente hacía sobre Él. Él conocía lo que había en el corazón de las personas (Juan 2:24-25) y entendía que sus palabras reflejaban inmadurez, irresponsabilidad y falta de conocimiento. Se comportaban como niños caprichosos que se quejan sin razón, incapaces de ver la verdad frente a sus ojos, cegados por su orgullo.

La frase “He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores” (Mateo 11:19) refleja las acusaciones de los opositores de Jesús. Estas críticas surgieron porque Jesús compartía comidas y se relacionaba con personas marginadas por la sociedad, como los publicanos (recaudadores de impuestos) y los pecadores, considerados impuros por los líderes religiosos de la época, especialmente los fariseos.

Con el propósito de desprestigiar a Jesús, lo etiquetaban como “comilón y bebedor” sin tener pruebas de ello, intentando distorsionar su misión mesiánica. Sin embargo, debemos recordar el propósito por el cual vino nuestro Señor al mundo: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Estas palabras las pronunció tras decirle a Zaqueo, un jefe de publicanos, que visitaría su casa. En otra ocasión, cuando los escribas y fariseos murmuraban contra sus discípulos por esta misma razón, Jesús respondió: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:31-32).

Las acciones de Jesús eran una ofensa para los líderes religiosos, quienes se habían apartado de la ley de Moisés para enseñar y practicar sus propias reglas. No podían concebir que un profeta o el Mesías mostrara un comportamiento distinto a sus estrictas normas religiosas.

Sabiduría justificada

Cuando Jesús dice “Pero la sabiduría es justificada por sus hijos” (Mateo 11:19), indica que la verdadera sabiduría se reconoce por sus resultados. Una persona necia solo producirá más necedad, pero la sabiduría divina produce frutos de justicia. Los detractores de Jesús eran como niños inmaduros, mientras que Él demostraba su madurez al exponer constantemente “la sabiduría que es de lo alto” (Santiago 3:17-18), la cual es pura, pacífica y llena de misericordia.

Llamado a la madurez espiritual

Jesús expuso la falta de voluntad de estos hombres para responder al mensaje de Dios, ya fuera en forma de severas advertencias o de tiernas invitaciones. Como dice un himno que solemos cantar: “¡Cuán tiernamente nos está llamando Cristo a ti y a mí! Venid, venid a mí”. Esto se relaciona con la invitación que Jesús hace al final de este capítulo:

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30).

Hoy tenemos en las Escrituras todo lo que necesitamos saber sobre nuestro Señor y cómo acercarnos a Él. Podemos aceptar con gozo la hermosa invitación que nos extiende. Si bien siempre habrá quienes se refieran a Él de manera despectiva, cegados por su orgullo y etiquetándolo injustamente, también es cierto que rendirán cuentas a Dios en el día del juicio. En vista de lo que ha sido presentado aquí, ¿cuál será tu respuesta a tan tierna invitación?

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