En esta ocasión estaremos estudiando brevemente acerca de un siervo bueno y fiel, y no, no estaremos estudiando la Parábola de los Talentos tal como registra el inspirado apóstol en Mateo 25. Hay tantas enseñanzas que podemos tomar de las parábolas que a veces nos enfocamos solamente en la imagen general y no en pequeños detalles.
Hablemos precisamente, de un pequeño pero importantísimo detalle de una hermosa parábola, el siervo en la Parábola de la Gran Cena, tal como leemos en Lucas 14:15-24.
Este hombre es enviado tres veces a realizar una asignación por parte de su amo. En la primera ocasión se le envía a decir a los invitados, “Venid, que ya todo está preparado” (v. 17). Estos invitados eran personas muy importantes y reconocidas por el amo. Quienes hemos participado en un gran evento, no solemos ser invitados el mismo día del evento, u horas antes del mismo, sino con antelación, quizás meses antes. Estos invitados no solo fueron irrespetuosos con el anfitrión, sino también irresponsables. Las excusas que dieron fueron simplemente excusas, mentiras, y no razones válidas para ausentarse. ¿Quién compra una tierra sin haberla visto primero? ¿Qué hombre que se dedica al negocio del ganado compra una bestia sin haberla visto o probado?, y ¿a qué mujer no le gusta ser invitada a un majestuoso festín?
El siervo hizo como le fue ordenado y al regresar hizo saber estas cosas a su amo. El amo enojado decidió que no se iba a dejar perder nada de lo que había sido preparado, y le envió a invitar a los que estaban en las plazas y calles de la ciudad, lugares en los que suelen estar multitudes, sin importar si eran pobres, mancos, cojos o ciegos (v. 21). Una vez más, el siervo hizo lo que debía hacer mas aún había lugar.
El siervo es enviado por tercera vez, no a buscar a los invitados “importantes”, ni regresar a las calles o plazas, sino más lejos, a los caminos (vías principales) y a los vallados (cercas), no solo a invitar, sino a “forzar” a aquellos a ser parte del banquete, la casa tenía que llenarse. Interesantemente la palabra griega traducida como “fuérzalos” (RVR1960) y “oblígalos” (LBLA) en el versículo 23 conlleva la idea de demandar, precisar, de hacerles ver la necesidad de ser parte de este evento.
Mirando esto en nuestra la actualidad, deseo que pensemos brevemente en una campaña evangelística. Ese siervo (misionero), figurativamente, aún se encuentra visitando los caminos y vallados. En el pasado, una gran parte de los judíos rechazaron la invitación, y, tristemente, algunos que dicen ser Cristianos en la actualidad así han hecho. Algunos de nuestros hermanos no se presentan ni una sola noche en las campañas evangelísticas en las que nos deleitamos con poderosos y profundos mensajes provenientes de la Palabra de Dios por parte de nuestros hermanos que nos visitan. Así como el siervo, hemos invitado a muchos a venir y ser parte de este evento, tanto a los que están en las calles y plazas cercanas, como a los que viven más lejos, y que, incluso, tienen sus casas entre muros y cercas. No les hemos forzado a venir, pero sí nos hemos esforzado en alzar nuestras voces para invitarles a este evento y hacerles saber la necesidad de escuchar el evangelio. Pero esto no es algo que debe acabar el día en que aquellos misioneros que nos visitan por motivo de la campaña se marchan. Es algo que debe continuar, y por eso digo que el siervo de la parábola sigue caminando y buscando a todo aquel que quiera participar de la gran cena.
Hermanos y amigos, no seamos como aquellos que fueron convidados, y a los que el amo enfáticamente dijo “no gustaran mi cena” (v. 24). Ellos se perdieron, por decisión propia, esa hermosa oportunidad de gozarse y disfrutar de una linda comunión con el anfitrión. Una gran cena se está preparando y será el día en que nuestro Señor regrese. Puede ser en los próximos diez minutos, el día de mañana, o en mil años, lo cierto es que debemos estar preparados. Seamos siervos buenos y fieles de nuestro amado Salvador, hagamos la voluntad de Su Padre, que también es Nuestro Padre. Demos lo mejor de nosotros a Quién ya dio no solo lo mejor sino todo por nosotros.
Ciertamente será muy hermoso escuchar las palabras, “bien, buen siervo y fiel, entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:23), pero también es cierto que será muy triste escuchar estas otras palabras, “Siervo malo, negligente e inútil, sea echado a las tinieblas” (Mateo 25:26- 30). ¿Cuáles palabras deseas escuchar en ese gran día?
¡Vamos y trabajemos por el Señor! Aún hay mucho por hacer y el tiempo es limitado.
¡Dios te bendiga ricamente hoy y siempre!