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Buscando Obreros

Ha pasado casi un año desde que volvimos a Panamá y sucedieron muchas cosas. Necesitábamos arreglar muchas cosas en nuestra casa, ya que estar sola durante casi tres años le hizo mucho daño. Una de las áreas más afectadas fue la cocina, que, Dios primero, será reemplazada en las próximas semanas ya que hemos estado haciendo pagos mensuales a una empresa local para cubrir los gastos de la construcción de una nueva. No planeamos hacerlo, no queríamos hacerlo, pero es necesario.

Hay algunas cosas que no planeamos, que no queremos, pero que simplemente suceden. ¿Quién quiere estar enfermo en una cama de hospital? ¿Quién quiere dejar un trabajo bien pagado? ¿Quién quiere perder a un ser amado?

Mucha gente decide no creer en Dios porque pasan todas estas cosas. Otros sólo buscan a Dios cuando esas cosas suceden. ¿Cuán fuerte es nuestra fe y esperanza en Él? Pensemos, brevemente, en un hombre que sufrió muchas cosas, pero se mantuvo firme en la fe,

“¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo.) Yo más; en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias” 

2 Corintios 11:23-28.

Podría ser el caso de que quien está leyendo esto ahora mismo sufra de una, dos, tres, o más de las mismas cosas que el apóstol Pablo escribió a los hermanos en Corinto en ese breve pasaje de su carta a ellos. ¿Ha sido usted maltratado por predicar o enseñar el Evangelio? ¿Ha sido ignorado o desalentado por los hermanos? ¿Ha estado enfermo? ¿Ha sido ofendido? ¿Ha perdido su casa, su trabajo, su cónyuge? ¿Ha tenido hambre o sed? ¿Ha estado en una situación peligrosa sin poder contar con alguien que pudiera ayudarle?

Pablo sufrió mucho, pero era un fiel obrero de Cristo. Puede ser que algunos de nosotros sufran más que otros, pero, como Cristianos, debemos hacer lo que Pablo hizo y dijo al final de ese pasaje, preocuparnos (cuidar) de la iglesia.

El mismo escritor escribió a la misma gente en una carta anterior sobre el trabajo que otros hombres incluyendole a él estaban haciendo,

“¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”

1 Corintios 3:5-11.

Jesús dijo, “A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:37-38). Estimado lector, el puesto de trabajo está abierto, pero, usted debe estar en el edificio. No es un edificio literal que fue construido por las manos del hombre, sino el edificio espiritual que Jesús compró con Su propia sangre (Hechos 20:28), Su iglesia, Su cuerpo (Efesios 1:22-23).

Este edificio no necesita una transformación extrema, de hecho, nunca la necesitará. El edificio es perfecto, el gerente es perfecto, pero no así los obreros. Los obreros pueden ser perfectos si mantienen esta parte importante en sus corazones y mentes, y la ponen en práctica,

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra [énfasis añadido, MR]” 

2 Timoteo 3:16-17.

​Puede ser que algunos ya seamos obreros, pero no cumplimos con todas las tareas que son requeridas y que fuimos contratados para hacer. Será muy triste enterarse en el día de pago el ser despedidos (apartados al fuego eterno, ver Mateo 7:21-23, 25:41). Más triste será que quienes oyeron sobre la solicitud de empleo (Romanos 10:17; 1:16) pero decidieron ignorarla estarán en el mismo lugar que quienes fueron despedidos.

Dios, a través de la autoridad dada a su Hijo unigénito, planeó que toda criatura escuche el mensaje de salvación, el cual es la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo (Mateo 28:18-20; Marcos 16:15-16; 2 Corintios 4:5-6; 1 Corintios 15:1-4; Juan 3:16). Cuando la semilla (que es Su palabra) es plantada, la buena tierra la retiene y dará fruto (Lucas 8:11, 15). Ese fruto es la fe que es por el oír la palabra de Dios (Romanos 10:17) y por el creer que Él es quien Él es (Hebreos 11:6). Él no sólo galardona a quienes diligentemente lo buscan, pero también es paciente y no quiere que nadie perezca (2 Pedro 3:9). Él quiere que todos se arrepientan, y no sólo lo quiere, lo ordena (Hechos 17:30). Es entonces cuando el oidor puede hacer una confesión (Mateo 10:32-33), y esta no se trata de decir sus pecados al mundo como algunos enseñan, sino de decir, como lo hizo Simón Pedro, que Jesús es “el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:15-18). ¡Esa confesión es la roca en la que Cristo edificó Su iglesia! ¡No miles de iglesias, sino la suya, una!

Cuando un obrero cumple los requisitos, firma el contrato. Cuando una persona cumple lo que se ha dicho en el párrafo anterior, esa persona está dispuesta a dar un paso muy grande e importante. Él está listo para dejar al viejo hombre y convertirse en un hombre nuevo. Las cosas viejas pasan, para permitirnos ser cosas nuevas, y eso sólo es posible a través de someterse a la voluntad de Dios, el evangelio de Cristo, por las aguas del bautismo (Romanos 6:3-6, 2 Corintios 5:17). Debemos revestirnos de Cristo (Gálatas 3:27). Esta es la manera cómo podemos ser reconciliados con Dios (2 Corintios 5:21). ¡Este es el momento en que usted firma el contrato!

¿Ama usted a Dios y a Su palabra? ¿Ama a Cristo y Su sacrificio? ¿Está dispuesto a trabajar por y para Cristo? ¿Está dispuesto a hacer lo que se requiere para estar en Él? Una vez que usted obedece el evangelio es cuando empieza a servir al maestro, no antes.

Podría ser el caso en que usted ya firmó el contrato, pero usted no ha estado trabajando en la forma en que aceptó hacerlo, pero, todavía está a tiempo para arreglar esas cosas y volver a andar por el camino estrecho que lleva a la vida (Mateo 7:13-14). Él está dispuesto a limpiarnos nuevamente (1 Juan 1:9).

La mies es mucha, y nuestro Salvador está buscando obreros, ¿le gustaría ser uno de ellos?

Si a usted le gustaría aprender más acerca de lo que Dios espera de Sus hijos, y cómo ser uno de ellos, nos encantará hablar con usted y ayudarle a a ser uno. Por favor, póngase en contacto con una congregación de la iglesia de Cristo en su pueblo, o pregúntenos, nos encantará ayudarle a encontrar donde puede congregarse con los santos.

¡Que Dios le bendiga ricamente!

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