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Judas Iscariote: de Apóstol a Apóstata

Por Wayne Jackson, traducido con permiso por Marlon Retana.
El artículo original, en inglés, se encuentra en este enlace.


Es probable que no haya ningún personaje en la Biblia que viva en tal infamia como la de Judas Iscariote.

Pero la traición del traidor no es toda la historia, aunque esta se muestra de manera más prominente. Desafortunadamente, el lado oscuro se ha convertido en la caracterización exclusiva de los calvinistas.

Este artículo considerará dos aspectos de Judas. Primero, examinará al conocido hombre de traición y perdición. Después, examinaremos la evidencia de los primeros días de su apostolado antes de que Satanás consumiera al discípulo débil.

Judas, El Traidor

La imagen compuesta de Judas en el último tercio del ministerio de Cristo es cruda. Los siguientes rasgos se establecen explícita o implícitamente en el lenguaje de la inspiración.

Judas Dejó de Preocuparse

En algún momento de su ministerio, Judas había “cerrado su corazón” por los pobres (ver 1 Juan 3:17). Cuando María, la hermana de Lázaro, ungió los pies de Jesús con un perfume “de gran precio” unos días antes de la muerte del Salvador, Judas se quejó. Su racionamiento fue que la sustancia valiosa podría haberse vendido, con los ingresos siendo dados a los pobres.

Pero Juan confirmó que su protesta no tenía nada que ver con “cuidar de los pobres” (Juan 12:6). El objeto de su interés era simplemente el pobre Judas.

Judas, El Ladrón

La narrativa es aún más explícita. Juan declaró que su protesta fue impulsada por la codicia. Era un ladrón que “sustraía” (v. 6b) lo que estaba depositado en la bolsa. El verbo griego, bastazo en este contexto, lleva la idea de hurtar (Danker, p. 171), y el tiempo imperfecto refleja una práctica sostenida. ¡Judas se había convertido en un ratero!

Judas, El Influyente Quejoso

La influencia dañina del apóstol descarriado es sugerida por el hecho de que, aunque aparentemente expresó la protesta inicial sobre el perfume “desperdiciado”, su espíritu crítico fue absorbido por algunos de los otros discípulos (ver Mateo 26:8; Marcos 14:4).). Tenga en cuenta este hecho.

Judas, El Traicionero

Aproximadamente un año antes de su muerte, el Señor indicó explícitamente que “sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar” (Juan 6:64).

Debe enfatizarse que Jesús no dijo que Judas fuera “un diablo desde el principio”, como algunos alegan. Por lo contrario, el Salvador “sabía desde el principio” quién sería el traidor.

Hablando específicamente a los Doce, dijo: “¿No os he escogido [aoristo, acto pasado] yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es [presente, situación actual] diablo?” La última referencia, por supuesto, fue a Judas (vv. 70-71).

El término diabolos se aplicó figurativamente a Judas debido a su antagonismo con Cristo (ver Mateo 16:23). El tiempo presente (“es”) parece indicar que ya se estaba fomentando la oposición en el corazón del apóstol. O quizás el tiempo es un ejemplo del presente profético, una forma de profecía que prefiguraba lo que ciertamente iba a suceder en un futuro no lejano (ver Mateo 7:19).

Judas, vencido por la tentación

El martes antes de la muerte de Cristo, Lucas dice que “entró Satanás en Judas”. Luego se reunió con los principales sacerdotes y jefes de la guardia, e hizo un acuerdo con referencia a la traición a Jesús (Lucas 22:3-6).

El sugerir que Satanás “entró” en Judas es una manera contundente de afirmar que el apóstol cedió a la influencia satánica, implementando malos pensamientos que había tenido por un tiempo.

Dos días después, en el momento de la última cena, Juan observa que “el diablo ya había puesto en el corazón de Judas” la inclinación a traicionar a su Señor (Juan 13:2). Durante el episodio del lavado de pies, Cristo insinuó que Judas no estaba “limpio” (v. 10b). Más tarde, durante la cena, cuando Jesús le indicó al traidor que conocía su plan diabólico (ver Mateo 26:25), “Satanás entró en él” (Juan 13:27).

Cualquier reserva que pudiera haber permanecido en su alma torturada anteriormente, ahora se había ido. ¡El plan diabólico se cristalizó!

Judas, El Entregador

Cada uno de los escritores de los Evangelios describe a Judas como un traidor, alguien que “entrega” (Mateo 10:4; Marcos 3:19; Lucas 6:16; Juan 6:71) [el término griego paradidomi traducido en algunos de estos pasajes como “entregar” conlleva la idea de traicionar, entregar traicioneramente, MR].

Judas, hijo de perdición

Trágicamente, Judas se ahorcó (Mateo 27:3ss). Su destino final en el castigo eterno es difícilmente discutible.

Fue descrito como el “hijo de perdición” (Juan 17:12). El modismo “hijo de” conlleva la idea de experimentar un destino consistente con el carácter de uno (ver también 2 Tesalonicenses 2:3; Thayer, p. 635).

Lucas dice que Judas “se apartó” de su ministerio y apostolado y se fue a “su propio lugar” (es decir, el lugar que preparó para sí mismo y merecía estar; el infierno; ver Hechos 1:25).

Al concluir esta sección, es importante observar que en las narraciones anteriores hay un registro de los hechos en términos tranquilos y objetivos. No hay invectivas abrasadoras, ni púas imprudentes para el alivio psicológico. Tal moderación no está en el estilo del periodista común.

Esta es una evidencia sutil pero poderosa de la superintendencia del Espíritu Santo en el control de las agitaciones naturales que surgen espontáneamente.

Judas, El Discípulo

La distorsión a la que ceden algunos académicos en sus desesperados intentos por preservar ideologías apreciadas es tan asombrosa como descorazonadora.

Al tratar de embalsamar el dogma de “una vez salvo, siempre salvo”, los discípulos de Calvino sólo tienen dos opciones: deben argumentar que aquellos descritos como perdidos nunca fueron salvos o alegar que aunque el sujeto redimido “cayó”, el percance no implicó la pérdida de su salvación. En el caso de Judas, su destino está claro. El único recurso es negar que alguna vez fue salvo.

El predicador popular, John F. MacArthur Jr., sostiene que “mientras los otros [los once] se estaban convirtiendo en apóstoles, Judas se estaba convirtiendo silenciosamente en una herramienta vil y calculadora de Satanás. Cualquiera que fuese su carácter al principio, su fe no era real (Juan 13: 10-11). No estaba regenerado” (MacArthur, p. 99; énfasis añadido).

Recientemente apareció un artículo del editor bautista Robert L. Sumner bajo el siguiente título: JUDAS Y JESÚS. La Historia Más Asombrosa Jamás Contada: Cómo un Apóstol Obrador de Milagros de Jesucristo Cayó en el Pecado, Se Suicidó y Terminó en el Infierno – ¡Condenado y Maldito Para Siempre! Sumner entonces escribió: “debemos dejar muy claro que Judas nunca fue salvo. Nunca se convirtió. Nunca puso su fe personal en el Salvador para el perdón de los pecados” (Sumner, pp. 1, 17; énfasis añadido). Estas afirmaciones no soportarán el peso de un escrutinio cuidadoso.

  1. La fraseología idéntica se emplea para describir la inscripción de Judas en el servicio a Cristo como la usada por los otros once: “Entonces llamando [Cristo] a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia” (Mateo 10:1, énfasis añadido) ¿Dónde está la evidencia de que once pertenecían a Cristo, pero uno era de Satanás? Los doce eran suyos (ver Hechos 1:17).
  2. Judas aceptó felizmente el cargo. No hay evidencia de que se viera obligado a ser un peón en el plan de redención. ¿Qué habría motivado a un charlatán a aceptar un puesto que no implicaba ganancias materiales, sino solo sacrificio y una persecución significativa? Jesús desanimó a los que no eran sinceros para que no lo siguieran (Lucas 9:57-62).
  3. Después de más de tres años de asociación, los discípulos no abrigaban sospechas de la duplicidad de Judas, pero tenían confianza en él. Sirvió como tesorero de ellos; y como se señaló anteriormente, aparentemente cedieron a su influencia. En la última cena, nadie sospechó que él fuera el traidor; sino que cada uno de ellos preguntó: “¿Soy yo, Señor?” (Mateo 26:22).
  4. El amor de Jesús por Judas se manifestó hasta el final, una indicación de esto fue que se le dio el asiento principal en la última cena. El Señor obviamente se recostó junto a Judas, en “su seno” por así decirlo, tal como Juan estaba situado con referencia a Jesús (ver Juan 13:23). Para un estudio de esta obvia configuración de asientos (ver Edersheim, p. 494).
  5. Uno de los argumentos más convincentes contra la teoría de que Judas nunca fue salvo se basa en un incidente según Mateo 12. Como se señala en Mateo 10:1-8, Judas poseía los mismos poderes milagrosos que los otros once (como admitió Sumner [véase más arriba]). Jesús sanó a un hombre que estaba poseído por un demonio (ver Mateo 12:22ss). En respuesta, los fariseos lo acusaron de expulsar demonios por el poder de Beelzebú. Con brillante lógica, Cristo señaló que “Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado”. Si Satanás estuviera echando fuera a Satanás, ¡estaría dividido contra sí mismo!
    ¡No se ofreció refutación porque ninguna era adecuada! Si el Señor hubiera reclutado a un hijo de Satanás como apóstol, ¿habría dado poder al hombre con la capacidad de expulsar demonios? ¿No habría sido esto totalmente incompatible con su argumento contra los fariseos?
  6. Juan 17 contiene la oración pronunciada por el Señor en el camino a Getsemaní. La oración se divide en tres secciones: (a) una petición por sí mismo (vv. 1-8), (b) una oración por sus discípulos (vv. 9-19), (c) una oración por la iglesia futura (vv. 20- 26). Nos enfocaremos momentáneamente en la petición hacía sus discípulos inmediatos.
    Si bien la oración obviamente fue en nombre de los once apóstoles restantes, se hace referencia, no obstante, a los doce originales. Por lo tanto, no es correcto afirmar que el lenguaje del Señor no tiene relevancia para Judas; ciertamente lo hizo.

Nota estos puntos cruciales, comenzando con el versículo seis: (a) Cristo se “manifestó” (tiempo aoristo, relacionado con una situación pasada, es decir, su período de ministerio) a sí mismo a los hombres “del mundo” que Dios le dio (v. 6). Pertenecían a Dios y fueron entregados al Hijo. Eso incluía a Judas. (b) Jesús transmitió las palabras de Dios a estos hombres y ellos “las recibieron” (v. 8a). (c) Ellos “creyeron” que el Hijo fue enviado por el Padre (v. 8b).

De los doce, el Señor dijo posteriormente: “Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición” (v. 12). Concéntrese en el término “sino” [traducido como “excepto” en LBLA. MR] en la última frase. Es la traducción del griego “ei me”. El erudito bautista AT Robertson declaró que “esta frase marca una excepción” y cita este pasaje (Robertson, 1919, p. 1188). En su comentario, Word Pictures in the New Testament, dice que Judas fue una “excepción triste y terrible” (Robertson, 1932, p, 278). Esto constituye una prueba positiva de que “los hombres” de los versículos seis al ocho acogen el complemento total de los doce. Jesús “perdió” a Judas. La pérdida del traidor fue el resultado de sus malas decisiones, y este se fue “a su propio lugar” (Hechos 1:17, 25).

Obras Citadas:

Danker, F. W. 2000. A Greek-English Lexicon of the New Testament. Chicago, IL: University of Chicago.

Edersheim, Alfred. 1947. The Life and Times of Jesus the Messiah. Vol. 2. Grand Rapids, MI: Eerdmans.

MacArthur, John F., Jr. 1989. The Gospel According to Jesus. Grand Rapids, MI: Zondervan.

Robertson, A. T. 1919. A Grammar of the Greek New Testament in the Light of Historical Research. London, England: Hodder & Stoughton.

Robertson, A. T. 1932. Word Pictures in the New Testament. Vol. 5. Nashville: Broadman.

Sumner, Robert L. 2008. Judas And Jesus. The Biblical Evangelist, May-June.

Thayer, J. H. 1958. A Greek-English Lexicon of the New Testament. Edinburgh, Scotland: T. & T. Clark.

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