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Doce Cosas que Necesitas Saber sobre Tu Predicador

Por Dewayne Bryant, traducido con permiso por Marlon Retana.
El artículo original, en inglés, se encuentra en este enlace.


Al reflexionar sobre mi tiempo como ministro de tiempo completo, estoy agradecido por las oportunidades que tuve de servir en dos congregaciones diferentes como predicador. Conocí a muchas personas maravillosas, muchas de las cuales recuerdo con cariño y extraño mucho. Desafortunadamente, muchas personas no tienen idea de lo que se necesita para ser un ministro exitoso o cuántos desafíos diarios enfrentan.

Hice una lista de cosas que desearía que la gente supiera cuando yo era ministro. Espero que esto les ayude a apreciar mejor a sus ministros. Es una publicación larga, pero tómese el tiempo para leer esta lista completa. Lea esta lista una vez más en un par de días. Luego haga una de sus resoluciones de Año Nuevo el animar más a su ministro este año.

#1 Él está solo, y su esposa también lo está.

Esta es una grande. La gente suele mantener al predicador a distancia. Es casi como si los predicadores tuvieran un aura sagrada a su alrededor que la gente común evita instintivamente. En consecuencia, los predicadores rara vez son invitados a pasar el rato con otras personas. Su esposa recibirá muy pocas invitaciones para pasar tiempo con otras damas. Mientras todos los demás salen a almorzar el domingo con amigos o en viajes cortos o vacaciones con otras familias de la congregación, la familia del ministro estará en casa. Pocas personas parecen darse cuenta de que los ministros y sus esposas también necesitan contacto social, y luego verán las fotos que todos los demás publican en Facebook. Las estadísticas indican que el setenta por ciento de los ministros (1) no tienen un amigo cercano en la congregación donde sirven y (2) luchan constantemente contra la depresión. El cincuenta por ciento están tan desanimados que dejarían el ministerio si tuvieran otra forma de mantener a sus familias.

#2 Los ministros y sus familias son vigilados, constantemente.

Los ministros y sus familias son a menudo los miembros de una congregación más examinados. Viven en una pecera donde todo suena en el radar: el más mínimo paso en falso, una palabra pronunciada fuera de lugar, un simple error de juicio, mirar a alguien de manera equivocada, no estrechar la mano de alguien en cada servicio. Lo mismo ocurre con su esposa e hijos. Su esposa probablemente será criticada con más frecuencia que cualquier otra mujer en la congregación. Los miembros a veces sienten que tienen el derecho de corregir a sus hijos. En fin, los ministros y sus familias están sujetos a un estándar más alto que casi cualquier otra persona.

#3 Él será criticado a menudo, y muchas veces, sin causa justa.

Los ministros se vuelven expertos en recibir críticas de personas que se quejan porque no saben a quién más molestar. Si quieres saber las cosas más viciosas y crueles que un cristiano le ha dicho a otro, habla con un ministro. Ellos casi que tienen un monopolio en esto. Pero no es solo él, su esposa e hijos también lo tienen. Los hijos del ministro a menudo son reprendidos porque esto envía un mensaje a otros niños o al grupo de jóvenes. Y la esposa del predicador recibirá un trato similar, especialmente si tiene responsabilidades. Mi esposa supervisó el programa de educación en los grados de kínder a sexto en una congregación. Fue criticada por cosas absurdas como el color de pintura de las paredes (no fue su decisión) o la decoración de las aulas (responsabilidad de las maestras). Por razones como esta, muchos ministros mantienen la guardia alta porque todos hemos sido quemados por esto en alguna ocasión anterior. Desafortunadamente, los miembros rara vez dicen algo positivo cuando están contentos; se reservan los comentarios para cuando están molestos, lo que significa que cuando los miembros hablan con el ministro, lo que escucha es principalmente algo negativo. Las estadísticas muestran que el cuarenta por ciento de los ministros tienen un conflicto serio con algún miembro de la iglesia al menos una vez al mes. La iglesia debería estar llena de cristianos, no de Karens [un nombre cuyo uso se ha popularizado para referirse a una persona irritable y quejosa que cree tener el derecho a exigir más de lo que es apropiado o necesario, MR].

#4 Los miembros chismearan sobre el ministro y su familia.

Le gustaría pensar que los miembros serían más maduros espiritualmente, pero no. Muchos cristianos chismearán sobre el ministro. Él trabajará duro en preocuparse por cada persona, aunque sabe que algunos de ellos lo apuñalarían verbalmente por la espalda en un santiamén. Han chismeado sobre mí, mentido y criticado sin justificación, pero aun así tuve que mantenerme indiferente al respecto (al igual que mi esposa) porque si hubiera reaccionado de la forma en que otras personas podrían estar tentadas a hacer, podría haber perdido mi trabajo.

#5 Los miembros desafiarán al predicador en su conocimiento de las Escrituras.

La Biblia es una de las pocas áreas en las que el más mínimo indicio de estudio se considera equivalente a un doctorado. Aunque el ministro es un “profesional” cuyo conocimiento y facilidad con las Escrituras supera con creces a la de la mayoría de los demás miembros (algo que se adquiere cuando pasas aproximadamente 30-35 horas a la semana en la preparación del sermón y la clase), será tratado como inferior, a veces con condescendencia. Tenía un miembro que me hacía preguntas, y si no las respondía de la manera que ella quería (léase: de una manera que estuviera de acuerdo con ella), levantaba las manos al aire y se alejaba frustrada, diciéndome que no le había contestado nada. Tenía otro miembro que me enviaba correos electrónicos con preguntas sobre mis sermones. Él no escuchaba muy bien porque a menudo obtenía la impresión opuesta de lo que yo decía y luego, me llamaba para dar cuenta de ello, y en ocasiones se quejaba con los ancianos.

#6 Él está disponible las 24 horas del día, los 7 días de la semana.

El predicador es el hombre clave para la congregación. Si alguien necesita entrar al edificio, pero no tiene llave, o necesita ayuda para preparar una boda, o si es necesario realizar una entrega, los ministros son las personas indicadas. A menudo sirven de niñera en el edificio de la iglesia porque son a quien se le paga, aunque esto nunca es parte de la descripción del trabajo. Según las estadísticas, el ministro promedio trabaja al menos 50 horas a la semana (en 2020, durante el miedo al COVID, fue mucho peor; habitualmente trabajaba entre 65 y 75 horas a la semana). No tienen una hora de salida para su jornada laboral, y los fines de semana de tres días son tan comunes como ver un unicornio en la vida real. Rara vez tienen un día libre, incluso cuando se trata de su tiempo de vacaciones. Incluso cuando se tome un tiempo personal para algún reposo y recreación necesario, la gente todavía llama al ministro para pedir consejo o para cosas mundanas de las que alguien más podría encargarse. Pasé vacaciones enteras respondiendo llamadas casi a diario de miembros de la iglesia que sabían que estaba fuera de la ciudad. Esto contribuye al agotamiento, una de las razones más comunes por las que los ministros renuncian.

#7 Probablemente será mal pagado.

La mayoría de la gente no se da cuenta de que los ministros suelen ser mal pagados por sus habilidades. Encontrar un trabajo comparable en los sectores público o privado sería generosamente compensado. Los ministros también declaran y pagan impuestos, por cuenta propia. Aunque obtienen algunos beneficios bastante buenos (como un subsidio de vivienda, que designa una parte de su salario libre de impuestos), el impuesto sobre el trabajo por cuenta propia consume una gran parte. Muchas personas sienten que al predicador no debería irle bien salarialmente (para mantenerlo humilde) o que no debería ganar más que el anciano o diácono peor pagado. Tampoco reciben jubilación, seguro médico ni muchos otros beneficios que ofrecen otros trabajos. (Si tuviera que escribir una descripción de trabajo honesta, pero dejar de lado el hecho de que es para un puesto ministerial, no la querrías). Los ancianos pueden incluso justificar pagarle menos al ministro porque creen que la verdadera recompensa es hacer la obra del Señor.

#8 Los ministros serán culpados por las fallas de la Iglesia.

Incluso hoy en día, demasiadas personas ven al ministro como un trabajo remunerado para la iglesia. Se sientan y esperan que él haga la mayor parte del trabajo. ¿No hay suficientes conversiones? ¿No hay suficientes bautizos? ¿No hay suficientes personas mudando su membresía a esta congregación? Debe ser culpa del ministro. Y si el período de sequía se prolonga lo suficiente, la iglesia lo despedirá y contratará a otro, y otro, y otro, sin entender que una iglesia no crecerá cuando tiene un ministro que trabaja hasta la muerte. mientras los miembros se sientan en las bancas como espectadores. El verdadero problema muchas veces está dentro y no tiene nada que ver con el desempeño del ministro. Muchos ministros son culpados por malos líderes o por individuos y familias que echan a la gente.

#9 Los predicadores no son pastores, pero los miembros esperan que sean pastores.

Las Escrituras no dicen nada acerca de ir a juegos de pelota, obras de teatro u otras actividades escolares, aunque muchos ministros eligen hacer eso. Tampoco dice nada acerca de que el ministro sea el único que visite a los recluidos o a los enfermos. Hay muchas responsabilidades pastorales que los ancianos ceden al ministro porque él es el contratado.

#10 Los predicadores frecuentemente lidian con el desánimo.

Trabajan muchas horas, son criticados y calumniados, y normalmente se espera que arreglen o se disculpen por los errores de los demás. No debería sorprendernos que del 35 al 50 por ciento de los ministros no duran cinco años, del 60 al 80 por ciento no duran diez años, y solo uno de cada diez se retirará del ministerio. Mucha gente en su congregación no duraría ni un año como ministro.

#11 Cuando un ministro pierde su trabajo, empieza de cero.

La mayoría de las personas no tienen que abandonar la ciudad, vender sus casas y desarraigar a sus familias si pierden su trabajo: encuentran otro. Los ministros que pierden sus trabajos pierden sus amigos, hogares y comunidades. Pero también lo hacen sus esposas e hijos. Hay innumerables historias de un ministro despedido porque a un anciano no le caía bien o porque no era popular entre un pequeño grupo de personas en la iglesia. Tal vez uno de los miembros acomodados que manejaban los hilos del dinero quería que se fuera, o fue víctima de un miembro influyente que conspiró contra él. Tal vez los ancianos esperaban que él arreglara algo que estaba más allá de su poder de reparar. Hay muchas razones injustas por las que se puede despedir a un ministro, pero no solo lo afecta a él; afecta a toda su familia. Algunas iglesias tratan a los predicadores como cocineros de comida rápida y luego tienen la audacia de preguntarse por qué tantos hijos de ex-predicadores abandonan la iglesia o se vuelven incrédulos. ¿Quién ayuda a convertir a los hijos de los ministros en ateos? Mire a la persona en la banca a su lado. O al espejo.

#12 El ministro sirve a la Iglesia, pero lucha por su familia.

Una de las áreas de mayor preocupación para cualquier ministro es su familia, especialmente sus hijos. Imagínese lo que piensa un niño cuando ve a su padre (y madre) siendo criticado, chismeado, desafiado verbalmente y culpado por cosas que escapan a su control. Cuando su padre tiene que acortar el tiempo con la familia debido a una emergencia en la iglesia, o lo que alguien piensa es una emergencia Cuando los culpan por cosas porque son hijos del predicador, y es “seguro” reprenderlos para enviar un mensaje al resto de los jóvenes. Cuando están tratando de descubrir por qué su familia no es invitada a eventos sociales como lo hacen las familias de sus amigos. Por qué sus padres no parecen tener amigos personales cercanos en la congregación. La lista podría seguir y seguir. Los ministros son porristas de la iglesia. También tienen que defender la retaguardia de sus hijos contra algunas de las mismas personas a las que están sirviendo.

Mi familia y yo hemos lidiado con cada uno de los doce problemas enumerados anteriormente en casi todas las iglesias en las que he servido, ya sea como ministro de púlpito, ministro de participación, o instructor en una escuela de predicación. Estas son mis observaciones de experiencia personal; hay otros problemas que enfrentan los ministros que no he experimentado. Lea esto detenidamente: la lista anterior simplemente representa lo que a menudo es normal en el trayecto. Hay cosas peores que soportan los ministros que no llegaron a ser parte de mi lista.

Agradezca a su ministro por hacer todas las cosas que la mayoría de la gente nunca ve. Invítelo a pasar algún tiempo con usted y su familia después del almuerzo el próximo domingo. Incluso podría pensar en darle una muestra de su agradecimiento. Luego haga un plan para hacer algo, cada cierto tiempo, para mostrarle a él y a su familia que no son solo empleados, sino que son verdaderamente su familia espiritual.

Lo más probable es que, realmente, lo necesiten.

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