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Renunciando al Ministerio

Por Steve Higginbotham, traducido con permiso por Marlon Retana.
El artículo original, en inglés, se encuentra en este enlace.


Recientemente leí una encuesta realizada por el Instituto Jenkins que encontré bastante inquietante. Sé que, al comentar los hallazgos, algunos pueden acusarme de insensible o falto de compasión. Puedo asegurarles que lo que tengo que decir no está motivado por la falta de compasión, sino que tiene la intención de animar a los hombres en el ministerio ayudándolos a reenfocarse.

La encuesta preguntó: «¿Ha considerado seriamente, durante el último año, dejar de estar en el ministerio de tiempo completo?» De los 240 predicadores que respondieron esta encuesta hasta el momento, el 47% dijo que había considerado seriamente dejar el ministerio de tiempo completo. Me sorprendió esa respuesta. Pero ahora, aquí está la parte complicada. No deseo minimizar las dificultades del ministerio, pero al mismo tiempo, me gustaría ofrecer una perspectiva.

Para aquellos que están en el ministerio, o que están considerando entrar en el ministerio, ¿puedo ofrecer algún consejo de alguien que entiende cómo es una vida de ministerio y los desafíos que conlleva?

  • Comprométete a servir a Dios por nada (Job 1:8). Satanás no creía que Job tuviera la integridad suficiente para hacer eso. Él asumió que, si se le permitía traer dificultades y dolor a la vida de Job, Job se derrumbaría. Pero estaba equivocado. Job sufrió como nadie que yo haya conocido. Lo perdió todo … excepto su integridad (Job 27:5). Desafío a aquellos de nosotros en el ministerio o entrando al ministerio a preparar nuestros corazones con anticipación, a no permitir que las dificultades, el dolor, la pérdida y la traición nos impidan usar nuestras vidas al servicio de Dios. Determina que tu ministerio no sea circunstancial. No depende de que se te trate de manera justa, con respeto y amabilidad. Determina de antemano que no necesitas los elogios, cumplidos o reconocimiento de los hombres. Determina de antemano que harás la obra del Señor en medio de la apatía e incluso de la oposición abierta. ¡Comprometámonos a servir a Dios por nada!
  • Recuerda que la forma en que las personas nos responden no tiene correlación en cuanto a si Dios nos necesita o no. Decide responder positivamente a la petición de Dios. Isaías respondió diciendo: “Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8), mientras que Moisés inicialmente respondió a Dios diciendo: “Heme aquí, envía a Aarón” (Éxodo 4:13-14). No es difícil ver cuál eligió más sabiamente. Una vez más, la forma en que las personas se comportan, responden a la verdad y respetan nuestro trabajo no debe tener nada que ver con nuestra respuesta al pedido de Dios de hombres que estén “en la brecha” (Ezequiel 22:30). Dios no nos necesita intrínsecamente, pero en su plan de redención, ha elegido necesitarnos. ¡No lo defraudes!
  • Recuerda lo que Dios ha hecho por nosotros. Somos deudores, y eso debería motivarnos, como lo hizo con Pablo (Romanos 1:14-16). Una vez más, no pretendo minimizar la cantidad de dolor y dificultad que uno puede encontrar en el ministerio, porque yo también he enfrentado dificultades. Sé un poco sobre la decepción, la crítica, el tener enemigos y la frustración. Pero me siento como José cuando nombró a su hijo, diciendo: “Dios me hizo olvidar todo mi trabajo, y toda la casa de mi padre” (Génesis 41:51). ¡Encuentra fuerza y aliento en la bondad de Dios!

Hermano, no tires la toalla, el mundo te necesita, la iglesia te necesita y Dios te necesita. No busques a las personas en busca de fuerza, resistencia y longevidad en tu ministerio; mira a Dios y los encontrarás. Decide “servir a Dios por nada” y cumple tu ministerio (2 Timoteo 4:5).

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